En ese tiempo surgieron algunos héroes en la ciudad que quisieron realmente cambiar las cosas. Gente que se enfrentó directamente a esa dictadura del crimen, que explotaba todos los negocios habidos y por haber: el juego ilegal, que era la gran droga de entonces y de ahora; la trata de blancas, tan terrible como hoy en día; incluso los asaltos a viviendas para robar. Toda una empresa local del crimen que tenía hasta un padrino, en la persona del propio comisario corrupto de la ciudad de Santander, que era un tal Narciso Tomás. Un personaje siniestro que fue luego sustituido por otro, más curioso incluso, que venía de ser héroe en la guerra de Cuba, pero que una vez repatriado a España se convirtió en un auténtico pistolero y mafioso.
Los cuatro naufragios del Capitán